Al recorrer la obra de Gustavo Cerati descubrimos, más allá de los rasgos estilísticos de cada época y de las diferentes situaciones de creación a las que arriba como compositor, que hay una temática que se repite siempre. Sin negar otras preocupaciones sobre las que también compuso, vemos de manera destacada en su creación poética los temas del amor y la mujer. Respecto de esta fascinación de la que hacen eco sus versos, Cerati nos dice:
[...] yo veo a las mujeres como reinas, tienen un sentido más profundo y más simple de la vida, aunque generalizar es terrible. Necesito escucharlas mucho, dicen cosas mucho más importantes a pesar de todo el cotorreo.[...]Son más sencillas. Recupero gran parte de las cosas importantes de la vida a través de ellas. Tengo una fascinación muy grande. Todas mis canciones hablan de mujeres de una forma u otra.[...] Son un puerto en sí mismas, pero como todo puerto tiene salida al mar. Te relacionás con el mar, y con las profundidades y con la luna, no lo puedo disociar de eso. (El Planeta Urbano, junio de 2000, p. 48-49)
Esta temática persiste con fuerza en la obra de Cerati, de la misma manera que su poética persiste como hija de la música. Toda canción que fue escrita para ser escuchada y no leída está sujeta a una estructura musical, pero en el caso de las canciones de Cerati, no sólo persiste una indisolubilidad entre partes, sino que además vemos nacer la poesía de la misma música. Cerati lo resume con claridad:
[...]hago la música primero y la música tiene una cantidad más o menos dirigida de emociones. Después trato de traducir con las letras. Por eso es que no tengo mucha capacidad para escribir historias, sino para describir esa emoción y tratar de que no se me vaya. (El Planeta Urbano, junio de 2000, p. 4)
Podemos decir que la poética de Gustavo Cerati es descendiente directa de la música y ambas de la posmodernidad. En las letras se ven reflejados los valores esgrimidos de esta última y una tendencia estética propia de estos tiempos. El lenguaje literario posmoderno se esparce en aplicaciones alternativas como el montaje, la ruptura secuencial, la pérdida de la linealidad, la fragmentación de los contenidos, la simultaneidad de enfoques o el juego fónico como búsquedas de nuevas expresiones. En Cerati reconocemos estos recursos estilísticos propios de la época. También a ésta la vemos reflejada en los contenidos temáticos del autor que revelan el perfil cultural de esta sociedad en que se desarrollan procesos como el individualismo hedonista, la cultura de la posesión material, el consumo liviano de prácticas religiosas orientales –en las que se destaca la divinización del cosmos— la indiferencia y el vacío existencial. Estos procesos propios de la posmodernidad aparecen en los temas sobre los que compone Cerati pero también aparecen en los que no compone: no encontramos en este autor temas dedicados a lo social, a lo político o a lo ideológico. Esta omisión es tanto más representativa que los temas sobre los que sí ha escrito. Es por ello que podemos afirmar que la obra de Cerati está profundamente ligada a estos tiempos, de allí su indudable valor representativo. Cerati no ha escrito sobre la fugacidad de la vida, ni sobre la vejez. La infancia y la pobreza no son temas sobre los que trate. Tampoco los avatares políticos, sociales, culturales o artísticos. La amistad y la familia, la enfermedad y la muerte, entre otros posibles tópicos, no surgen –al menos con una notoria presencia— de su obra y esto está en franca relación con estos procesos de los que hablábamos, los que se dan con fuerza en las sociedades de Occidente principalmente a partir de la década del ochenta.
[...] yo veo a las mujeres como reinas, tienen un sentido más profundo y más simple de la vida, aunque generalizar es terrible. Necesito escucharlas mucho, dicen cosas mucho más importantes a pesar de todo el cotorreo.[...]Son más sencillas. Recupero gran parte de las cosas importantes de la vida a través de ellas. Tengo una fascinación muy grande. Todas mis canciones hablan de mujeres de una forma u otra.[...] Son un puerto en sí mismas, pero como todo puerto tiene salida al mar. Te relacionás con el mar, y con las profundidades y con la luna, no lo puedo disociar de eso. (El Planeta Urbano, junio de 2000, p. 48-49)
Esta temática persiste con fuerza en la obra de Cerati, de la misma manera que su poética persiste como hija de la música. Toda canción que fue escrita para ser escuchada y no leída está sujeta a una estructura musical, pero en el caso de las canciones de Cerati, no sólo persiste una indisolubilidad entre partes, sino que además vemos nacer la poesía de la misma música. Cerati lo resume con claridad:
[...]hago la música primero y la música tiene una cantidad más o menos dirigida de emociones. Después trato de traducir con las letras. Por eso es que no tengo mucha capacidad para escribir historias, sino para describir esa emoción y tratar de que no se me vaya. (El Planeta Urbano, junio de 2000, p. 4)
Podemos decir que la poética de Gustavo Cerati es descendiente directa de la música y ambas de la posmodernidad. En las letras se ven reflejados los valores esgrimidos de esta última y una tendencia estética propia de estos tiempos. El lenguaje literario posmoderno se esparce en aplicaciones alternativas como el montaje, la ruptura secuencial, la pérdida de la linealidad, la fragmentación de los contenidos, la simultaneidad de enfoques o el juego fónico como búsquedas de nuevas expresiones. En Cerati reconocemos estos recursos estilísticos propios de la época. También a ésta la vemos reflejada en los contenidos temáticos del autor que revelan el perfil cultural de esta sociedad en que se desarrollan procesos como el individualismo hedonista, la cultura de la posesión material, el consumo liviano de prácticas religiosas orientales –en las que se destaca la divinización del cosmos— la indiferencia y el vacío existencial. Estos procesos propios de la posmodernidad aparecen en los temas sobre los que compone Cerati pero también aparecen en los que no compone: no encontramos en este autor temas dedicados a lo social, a lo político o a lo ideológico. Esta omisión es tanto más representativa que los temas sobre los que sí ha escrito. Es por ello que podemos afirmar que la obra de Cerati está profundamente ligada a estos tiempos, de allí su indudable valor representativo. Cerati no ha escrito sobre la fugacidad de la vida, ni sobre la vejez. La infancia y la pobreza no son temas sobre los que trate. Tampoco los avatares políticos, sociales, culturales o artísticos. La amistad y la familia, la enfermedad y la muerte, entre otros posibles tópicos, no surgen –al menos con una notoria presencia— de su obra y esto está en franca relación con estos procesos de los que hablábamos, los que se dan con fuerza en las sociedades de Occidente principalmente a partir de la década del ochenta.
A estos predominios temáticos se les encuentra una razón de tipo cultural que muy bien ha definido Gilles Lipovetsky, quien ha sostenido en La era del vacío que la originalidad de lo posmoderno radica en que lo individual predomina sobre lo universal, lo psicológico sobre lo ideológico, la comunicación sobre la politización, la diversidad sobre la homogeneidad y lo permisivo sobre lo coercitivo. Existe en la poética de Gustavo Cerati una marcada delimitación temática. El amor, la mujer y el sexo son sus principales obsesiones. A través de estos tres principales temas se traslucen otros, que siempre son un eco del pensamiento y el sentir del hombre posmoderno.
Karen Koch