jueves, 13 de marzo de 2008

León Gieco, peregrino del lenguaje del alma

Marías y Juanes
La escritora mexicana Elena Poniatowska llamó “Marías y Juanes” a los excluidos, a los desoídos y silenciados de su tierra. Gran parte de la obra de Gieco parece responder a nuevos “Marías y Juanes”: esto ocurre cuando la ideología del autor no se presenta en forma de denuncia –acusando una fecha o un hecho histórico precisos– sino a través de una realidad tan cotidiana como desconocida que merece ser revelada. Gieco mostrará paisajes, pueblos, costumbres y asimismo manifestará las injusticias que se vislumbran en esas postales: la desigualdad, la opresión, la marginación, el olvido.

Una lectura cronológica de toda la obra de Gieco pone de manifiesto que en el comienzo el campo resulta un escenario ineludible, casi excluyente. Esto se observa claramente en los primeros cinco discos –León Gieco (1973), La banda de caballos cansados (1974), El fantasma de Canterville (1976), 4° LP (1978) y Siete años (1980)– en donde la tierra, el poblado y sus vivencias están presentes en casi todas las canciones. Luego incorporará en sus versos otros territorios, incluso otros países, pueblos y naciones hermanas a los que rinde tributo a través de su poesía. Hay, por tanto, algo de bucólico en su producción inicial, pero conjuntamente hay denuncia.

La desigualdad, por ejemplo, será un tópico en muchos de los temas de Gieco. No obstante ello, frente a estas angustias siempre estará presente la alternativa de una libertad posible, la convicción de luchar por los propios valores y la propia ideología:

La tierra es tierra
y es de algunos, ¿por qué?
Igual que la vida.
El pan es pan
y es de algunos, ¿por qué?
Igual que una herida.
¿Quién se está robando
de la tierra el color
del sol de la tarde?
¿Quién se está pintando
las piedras de su mente
con el color de Dios? (Soles Grises y mares rojos)


Heridas de la historia esta
Con el mismo fervor y compromiso con el que da a conocer las historias de Marías y Juanes, así también Gieco toma la palabra para referirse a retazos de la historia, sucesos del pueblo argentino en particular y de los pueblos centro y sudamericanos en general. Tan concretos como los episodios señalados en las canciones del apartado anterior, estas porciones de la historia acusan fecha y horario, víctima y verdugo. Gieco nos pone de cara a las mezquindades y miserias de la sociedad, sin atenuantes. Lo dicho: le quita el velo a la “historia oficial”.

El contexto socio-político es aquí el excluyente: las movilizaciones populares acribilladas, las numerosos dictaduras militares que azotaron a este y a otros pueblos, los desaparecidos, los exiliados, las políticas económicas adoptadas en la década del 90, las migraciones a fuerza de hambre y desocupación, la impunidad, la identidad y la memoria como un elemento forzoso de esa identidad. A la libertad y a la igualdad proclamadas en los versos que hicieron justicia por Marías y Juanes aquí se suman, imperantes y desesperados, el clamor por la justicia, la necesidad de verdad, la urgencia del ejercicio de la memoria como un elemento intrínseco de la identidad y de la libertad, y junto a todo esto la solidaridad como un mandato impostergable.

Si se efectúa una lectura ordenada de la producción de Gieco, desde los comienzos de su carrera hasta la actualidad, es posible observar cómo las canciones presentan a su autor como un historiador de su tiempo, como un cronista atento a la realidad inmediata, pues ellas resultan correlativas de los acontecimientos que las inspiran. No obstante ello, Gieco volverá una y otra vez, a lo largo de su repertorio, a aquellos hechos que no hallaron eco en la justicia y cuyas atrocidades, acaso, no podrían ser ajusticiadas –y esto sólo en parte– sino a través de la memoria. El tono será, en este caso, cada vez más severo, más áspero, y, sin duda, más implacable.

La primera crónica abordada por el poeta es Hombres de hierro , del disco León Gieco (1973). Notablemente influida por Blowind in the wind, de Bob Dylan, hace referencia al “Mendozazo”, triste episodio de la historia argentina ocurrido el 4 de abril de 1972, en el que muchos ciudadanos fueron asesinados por expresar su descontento en las calles. Valiéndose de un vocabulario simple Gieco presentó su primer homenaje a los caídos en lucha y, en definitiva, su primera batalla contra el olvido:

Suelta, muchacho, tus pensamientos,
como anda suelto el viento.
Sos la esperanza y la voz que vendrá
a florecer en la nueva tierra.

Hombres de hierro, que no escuchan la voz.
Hombres de hierro, que no escuchan el grito.
Hombres de hierro, que no escuchan el dolor.
Gente que avanza se puede matar,
pero los pensamientos quedarán. (Hombres de hierro)

Los versos de Gieco son categóricos: la ideología, los pensamientos sobrevivirán a los muertos y su intención de mantener viva la memoria, una constante en su producción, no tiene intenciones revanchistas, sino que apunta a sostener una visión esperanzada de las cosas. Para Gieco, “nosotros ensayamos el olvido desde siempre. Nos educaron y nos educan para olvidar. La cosa es así y te la tenés que bancar, pero también hay que tratar de pelear siempre por creer en la esperanza.” (Gaggero, 1994a, p. 4).
Hablamos antes de un vocabulario simple. Esta sencillez es un rasgo vital en la poética de Gieco. Es ésa su forma de comunicarse. Como Blas de Otero, el poeta español, él también se dirige a “a la inmensa mayoría” y actúa en consecuencia.


Josefina Russi

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gusto mucho el volumen 1...
¿El volumen 2 tiene alguna fecha de salida aproximada?

Un saludo,
Federico

Autores dijo...

sí, federico, sale el 1 de agosto.

un beso!

belén