lunes, 8 de septiembre de 2008

Amores que matan

"Andrés Calamaro: una poética confesional", de María José Mascia, publicado en Poéticas del rock, volumen 2 (Oscar Conde, compilador), analiza algunas letras del autor de "Sin documentos". En especial aquellas que consagra al amor.




Analizar la obra de Andrés Calamaro inevitablemente nos lleva a recordar aquella inmortal fórmula sesentista: "sexo, drogas y rock and roll ". Los tres elementos se combinaron originalmente para combatir con acciones placenteras la crueldad humana [...] Su irreverencia -actualmente menos exigida- se actualiza con cada generación adolescente, que la aprovecha para sus impulsos experimentales. Tanto el sexo y las drogas como el rock and roll requieren de la experiencia física, sensual, y son los sentidos -su percepción- las herramientas para transitarla. Los tres incitan al exceso, señuelos de una vorágine sensual. Juntos y caleidoscópicos se reflejan en la obra de Andrés Calamaro.



Para seguir leyendo el adelanto del trabajo de María José sobre el salmón, pueden entrar a ADN


Canciones para leer y estudiar

En Poéticas del Rock, un grupo de teóricos convocados por Oscar Conde analizó temas de los Redondos, Sumo, Divididos, Fito Páez, Calamaro, Cerati y Bersuit Vergarabat. El resultado es interesante y abre el debate.


Por Cristian Vitale

Tarea difícil ésta de encarar un análisis puntilloso, sistemático y holístico de la lírica del rock. Un género que, salvando excepciones, desnuda sensaciones, sentencias y visiones contradictorias que a menudo parten de una misma pluma, efecto –claro– de un mundo en constante movimiento. El mayor acierto de Poéticas del Rock (Olivieri Editor) fue precisamente reunir tópicos comunes en medio de cosmovisiones dispersas o solapadas; decodificar subjetividades muchas veces herméticas, y otorgarle una coherencia que, si se hurga fino, aparece. Oscar Conde, un ex profesor de la UBA que hoy da clase en el IES Nº1, Alicia Moreau de Justo, además de integrar la Academia Porteña del Lunfardo, decidió convocar a un puñado de alumnos y encargarles –se le llama compilador– el análisis de las letras de ciertas bandas. Bajo dos consignas clave (si la letra de rock debe o no ser considerada como un texto literario y qué puede tener el rock de “nacional”) pasó a papel los análisis a través de dos volúmenes: uno, dedicado al desmenuce de Moris, Manal, Tanguito, Arco Iris, Spinetta, León Gieco y Charly García, y el otro –de flamante edición– corriendo el almanaque hacia acá: Redondos, Sumo, Divididos, Fito Páez, Calamaro, Cerati y Bersuit Vergarabat. “La premisa fue analizar en bloque las letras de un solista o una banda de rock, algo que, por lo que sé, nunca se ha hecho en nuestro país”, escribe Conde en el prólogo, en un intento por distanciarse de otros libros como La historia detrás de cada canción (Maitena Aboitiz) o Buenos Aires y el rock, de Adriana Franco, Darío Calderón y Gabriela Franco.

La nota completa en PAGINA 12 con solo hacer clic.

lunes, 1 de septiembre de 2008

Reseña del volumen 2 en "Ciberlunfa"

Esta es la reseña del volumen 2 de Poéticas del rock que escribió para el número 25 de Ciberlunfa (agosto de 2008) Daniel Antoniotti:

El libro Poéticas del rock –volumen 2- se presentó el pasado 1 de agosto en la Academia Porteña del Lunfardo. De este modo se completa la obra compilada por Oscar Conde, cuyo primer tomo apareció el año pasado. En aquella primera parte se analizó la producción letrística de autores roqueros de nuestro país surgidos desde mediados de los años 60 hasta bien avanzada la década siguiente. Ahora, en la segunda parte, se abordan las letras escritas por figuras que irrumpen a fines de los 70 y hasta el presente.

Comienza el libro con el estudio de Johanna Tonini sobre las letras de los Redonditos de Ricota, escritas por Carlos "Indio" Solari, en las que emerge como eje temático omnipresente la necesidad de resistir, ante la asfixiante realidad sociopolítica de esa segunda mitad de los setenta. Tal vez por eso, por la necesidad de eludir lo explícito ante los peligros en ciernes, se impusieron desde entonces en la lírica de Solari las metáforas herméticas y los sobreentendidos, como también, en el plano léxico, las onomatopeyas y los neologismos mezclados con vocablos del mundo marginal.

Constanza Molina es la responsable del estudio de las letras que Luca Prodan creó para el grupo Sumo, gestadas muchas veces al compás de "zapadas", de improvisaciones. En ellas, Prodan recrea su experiencia, su visión crítica de la realidad en textos mixturados de relatos, personajes, enigmas y sentencias, conformando una poética caracterizada por la inclusión de narraciones, por lo general en primera persona, y la presencia de diálogos. Una característica original la da la fusión de una escritura en dos idiomas, el inglés de Gran Bretaña, donde Prodan, nacido en Italia, vivió muchos años, y el español de la juventud porteña de los 80. Ese rasgo bilingüe de las letras de Sumo crea una especie de lenguaje vivo por sí mismo, que parece jugar entre la sonoridad y la multiplicidad de sentidos, evidenciando este juego en su particular forma de narrar hechos de la vida cotidiana.

Darío Maroño, por su parte, se ocupa de la letrística del grupo Divididos, signada desde su origen por el humor y la preocupación social, y explica cómo, a medida que evolucionaron en la década del 90, la segunda impronta se fue imponiendo sobre la primera. Fito Páez tal vez sea el roquero argentino con mayor éxito en esa alquímica fusión entre la lírica y la música, conforme lo aprecia Julia Louge. Para ella la música crea la atmósfera, el clima, para la contención perfecta de la letra del rosarino. De los variados registros de este autor, Louge le da preeminencia a la temática de la violencia en las grandes urbes y la búsqueda ontológica que surge derivada de ella.

Para María José Mascia, la poética expresada por Andrés Calamaro lleva inevitablemente a recordar la fórmula sesentista de "sexo, droga y rock and roll". Así, este emblemático cantautor compuso una larga lista de clásicos en los que se desnuda a sí mismo, convirtiéndose, muchas veces, en su propio tema.

Gustavo Cerati es estudiado por Karen Koch, quien descubre en sus letras una época controvertida que se explicita, más que en una voz de denuncia, en una manifestación estilística y temática muy propia de la posmodernidad. De este modo, en sus canciones desfilan una serie de atributos del hombre contemporáneo: vacío existencial, necesidad de consumo e individualismo hedonista.

Concluye la obra con el estudio que le dedica Matías González a la Bersuit, con una detallada introducción generalizante sobre la importantísima relación que se establece entre las letras, la música y la interpretación. Luego de lo cual, destaca entre las temáticas persistentes en el origen del grupo mencionado lo que denomina aullido teológico, al que suma la arenga genital y la blasfemia política. Hace notar González que la Bersuit se adecua al flujo de la opinión pública, lo que les permitió a sus integrantes colectivizarse sin traicionar del todo una fidelidad propia. Esas tendencias temáticas han sabido flexibilizarse a lo largo de la carrera de la banda que, además, desde lo estilístico, recurre muchas veces a ingeniosos juegos verbales.

En el prólogo de este segundo volumen, Oscar Conde, compilador y propulsor de la empresa, menciona con generosidad y modestia otros trabajos editados en los últimos años sobre el rock argentino. Y es cierto que Poéticas del rock, en sus dos tomos, se suma a esta inquietud que despierta el tema en investigadores y lectores; pero hay que destacar que ninguna de esas otras publicaciones ha contemplado el enciclopédico arco de autores ni alcanzado el profundo rigor que lograron Conde y sus colaboradores en esta monumental obra.