viernes, 25 de enero de 2008

Trátame seriamente

Poesía rock a la luz de la academia

Este mes aparece el primero de los dos volúmenes de Poéticas del Rock, trabajo coordinado por el autor de esta nota, que toma la delantera en el análisis académico de los letristas locales

Para dar cuenta del origen de Poéticas del rock hay que remitirse a un libro anterior: Poéticas del tango (2003), donde con otro grupo de investigadores estudiamos la obra de cinco letristas fundamentales (Contursi, Discépolo, Castillo, Expósito y Ferrer). Como es sabido, la mayor parte de los análisis relacionados con la canción popular argentina son de tipo general, pretendida y pretenciosamente abarcativos, lo que propicia que, dentro de cada género, muchas veces se borren, casi por completo, las voces individuales de los letristas. Estas generalizaciones -tan habituales cuando se habla de la poesía del tango- han llevado a forjar ciertos imaginarios que cuanto menos no le hacen honor a la verdad. Es bastante evidente que los versos de Flores poco tienen que ver con los de Manzi, y no solo en un sentido estético o lingüístico: se trata de cosmovisiones casi opuestas.
Mutatis mutandis, dentro del rock nacional es obvio que Moris, Gieco, Cerati y la Bersuit no tienen el mismo tratamiento poético en sus letras. Bien, pero... ¿de qué habla cada uno de ellos en su obra? La respuesta a esa pregunta es lo que nos propusimos develar en los dos volúmenes de Poéticas del rock. De esta forma, la mayoría de los artículos recorren un eje particular de análisis: en la producción de Arco Iris es la aspiración metafísica; en la de Charly García, la soledad; en la de los Redondos, la resistencia.
Parece necesario decir que uso el vocablo poética para referirme a una serie de rasgos temáticos, compositivos y estilísticos característicos de un autor, que no tiene por qué ser necesariamente un poeta. Así puede hablarse de la poética de Horacio Salas, pero también de la poética de Andahazi o la de Kartun. Poéticas del rock se propone caracterizar las principales voces del rock argentino -poetas imprescindibles, sin los cuales el género no hubiese llegado a ser lo que es- y presentar un análisis abarcador de sus obras. Parto del presupuesto de que, si se estudia la producción particular de cada uno, se podrá determinar cuáles son los núcleos semánticos de su poesía y, en suma, sus aportes originales. En la obra de cada letrista del rock subyace una poética: un modo propio de ver la realidad, un lenguaje personal, una manera de contar las cosas. En este sentido, la poética de un autor está hecha de obsesiones, aunque también de silencios. Unas y otros le permiten construir un mundo dentro del mundo.
Por razones editoriales, este libro es publicado en dos volúmenes. Así las cosas, el primero consta de un prólogo, una introducción (en la que se trata sobre la evolución de las letras en el rock anglosajón y los orígenes del rock en la Argentina) y cinco artículos, en los que se estudia la producción de algunas voces surgidas a fines de la década del 60 y comienzos de la del 70: los "cueveros" (Moris, Tanguito y Manal), Arco Iris, Spinetta, Gieco y García. En el volumen II, ocho artículos analizan la obra de grupos y solistas surgidos en la década del 80: Sumo, Divididos, los Redondos, Páez, Calamaro, Cerati y la Bersuit.
Se ha tratado de no perder de vista que no estamos analizando poemas -esto es, textos para ser leídos-, sino versos integrados a una música -es decir, textos para ser escuchados-, los que en última instancia podrían quizás estudiarse en una íntima relación con ella. Con todo, ello no es imprescindible. Si fuese necesario tomar en cuenta la música para estudiar un texto, nada podría decirse de un coro de Sófocles o de un cantar de gesta. Sin desconocer la importancia de la música en sí, que con mucha frecuencia modifica cualitativamente la expresividad literaria, las letras de canciones son literatura -una literatura surgida a partir de una lógica musical, por así decirlo- y, si lo son, ¿qué otra cosa podrían ser sino poesía? Así lo demuestra, por ejemplo, Dylan s Visions of Sin , el meticuloso estudio que Christopher Ricks consagró en 2004 a la poética de Bob Dylan.
Si la mayoría de los argentinos entre 15 y 50 años es capaz de cantar "Canción para mi muerte", "Sólo le pido a Dios" o "Yo vengo a ofrecer mi corazón", es obvio que la poesía de nuestro rock tiene mucho para decirnos de nosotros mismos.

Oscar Conde en ADN CULTURA

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